CALIDO DESPERTAR
Inmensa dicha la mía, que al abrir los ojos cada madrugada, lo primero con lo que se
tope mi mirada sea su bello rostro descansar. El verla ahí dormida, sin que ella así lo
advierta, dibuja en mí una sonrisa que precede siempre a las caricias.
Suelo acomodar su pelo, buscando su descanso no perturbe, recorrer su rostro con un roce apenas perceptible, para que así mi tacto se interne en lo más profundo de sus
sueños.
Después me acomodo, recargo el codo sobre la cama para alcanzar a entregarle hasta
su oído, un susurro en forma de “te amo”. Esto siempre provoca en ella un ligero
movimiento de su cuerpo, como si su corazón en lo más recóndito sintiera mi vociferar y
le intentara así gritar: “¡Despierta! ¿Qué no ves que él ardiente ya te espera?”
El tierno murmullo antecede siempre en este cálido despertar a más caricias, pues me
gusta recorrer después de suave manera los costados de su cuerpo, con un fino toque
de mi mano que logre al erizarla el despertar su piel.
Prosigo en acercar lo más que puedo mis labios a los suyos, que sienta así un ligero
cosquilleo que los haga reaccionar y temblar al mi boca comenzar a clamar. Pero no le
otorgo aún mis labios, pues el camino hasta su cuello todavía deben recorrer, y con su
cálido aliento la antorcha de su fuego interno encender.
Soy amante de provocarla lo más que pueda todas las mañanas, hasta llegar al punto
en el que sea ella quien súbitamente se arija envuelta en llamas, y con su cuerpo
incandescente se abalance sobre el mío, hasta que la conciencia se pierda de nuevo en el amar, y la voluntad se rinda y se someta al tacto, en este cálido despertar.
@EscritosEros